El viaje
21Era el mes de marzo del año veinte del rey Artajerjes. Tenía el vino delante y yo tomé la copa y se la serví. En su presencia no debía tener cara triste. 2El rey me preguntó:
-¿Qué te pasa que tienes mala cara? Tú no estás enfermo, sino triste.
3Me llevé un susto, pero contesté al rey:
-Viva su majestad eternamente. ¿Cómo no he de estar triste cuando la ciudad donde se hallan enterrados mis padres está en ruinas y sus puertas consumidas por el fuego?
4El rey me dijo:
-¿Qué es lo que pretendes?
5Me encomendé al Dios del cielo, y respondí:
-Si a su majestad le parece bien, y si está satisfecho de su siervo, déjeme ir a Judá a reconstruir la ciudad donde están enterrados mis padres.
6El rey y la reina, que estaba sentada a su lado, me preguntaron:
-¿Cuánto durará tu viaje y cuándo volverás?
Al rey le pareció bien la fecha que le indiqué y me dejó ir.
7Pero añadí:
-Si a su majestad le parece bien, que me den cartas para los gobernadores de Transeufratina, a fin de que me faciliten el viaje hasta Judá. 8Y una carta dirigida a Asaf, superintendente de los bosques reales, para que me suministren tablones para las puertas (de la ciudadela del templo), para el muro de la ciudad y para la casa donde me instalaré.
9Gracias a Dios, el rey me lo concedió todo. Me proporcionó también una escolta de oficiales y jinetes, y cuando me presenté a los gobernadores de Transeufratina, les entregué las cartas del rey.
10Cuando el joronita Sanbalat y Tobías, el funcionario amonita, se enteraron de la noticia, les molestó mucho que alguien viniera a preocuparse por el bienestar de los israelitas.
11Llegué a Jerusalén y descansé allí tres días. 12Luego me levanté de noche con unos pocos hombres, sin decir a nadie lo que mi Dios había inspirado hacer en Jerusalén. Sólo llevaba la cabalgadura que yo montaba. 13Salí de noche por la puerta del Valle, dirigiéndome a la Fuente del Dragón y a la Puerta de la Basura; comprobé que las murallas de Jerusalén estaban en ruinas y la puerta consumidas por el fuego. 14Continué por la Puerta de la Fuente y la alberca real. 15Como allí no había sitio para la cabalgadura, subí por el torrente, todavía de noche, y seguí inspeccionando la muralla. Volví a entrar por la Puerta del Valle y regresé a casa. 16Las autoridades no supieron adónde había ido ni lo que pensaba hacer. Hasta entonces no había dicho nada a los judíos, ni a los sacerdotes, ni a los notables, ni a las autoridades, ni a los demás encargados de la obra. 17Entonces les dije:
-Ya veis la situación en que nos encontramos: Jerusalén está en ruinas y sus puertas incendiadas. Vamos a reconstruir la muralla de Jerusalén y cese nuestra ignominia.
18Les conté cómo el Señor me había favorecido y lo que me había dicho el rey. Ellos dijeron:
-Venga, a trabajar.
Y pusieron manos a la obra con todo entusiasmo.
19Cuando se enteraron el joronita Sanbalat, Tobías, el siervo amonita, y el árabe Guesen, empezaron a burlarse de nosotros y a zaherirnos, comentando:
-¿Qué estáis haciendo? ¿Rebelaros contra el rey?
20Les repliqué:
-El Dios del cielo hará que tengamos éxito. Nosotros, sus siervos, seguiremos construyendo. Y vosotros no tendréis terrenos, ni derechos, ni un nombre en Jerusalén.
Explicación.
2,1-3 El miedo de Nehemías se explica por su cargo en general y por el carácter de Artajerjes en particular. Un cargo de confianza pendía del favor personal del monarca; el favorito podía en un momento caer en desgracia y hasta perder la vida (como en la historia de José). Los historiadores antiguos pintan a Artajerjes como rey caprichoso y voluble. Nehemías se presentaba al banquete quebrantando una regla de protocolo real. Recuérdese que Daniel y sus compañeros tenían que tener buen aspecto para presentarse al servicio del rey (Dn 1,10).
La escena da a entender relaciones bastante familiares del privado con el soberano. La primera frase del rey se podía interpretar como muestra del interés o como reproche. En el tono de Nehemías debió de percibir el reproche, que provocó el susto. En su respuesta no menciona la muralla: ¿por cautela? También se calla el nombre de la ciudad sustituyéndolo por una relación afectiva.
2,7 La carta debía ser algo más que un simple salvoconducto; pero no contiene nombramiento alguno (vendrá más tarde).
2,8 No se trata de maderas preciosas, importadas por lo común del Líbano. El paréntesis parece adición, pues lo que interesaba eran los portones de la ciudad. Aquí Nehemías menciona la muralla.
2,10 Con gran desprecio introduce Nehemías a estos dos importantes personajes. Uno era el gobernador de Samaría, Sanbalat (= Sinubalit), a quien designa por su procedencia insignificante: Bejorón en Palestina o Joronaín en Moab; el otro pertenecía a una familia rica e influyente, muy bien relacionado y que mantuvo su prestigio durante siglos; el autor lo llama "esclavo amonita". ¿Habla el copero real o el gobernador de Judá?
2,13 Lam 2,8.
2,11-15 Lo que había visto someramente a la luz del día lo quiso comprobar en una inspección personal y detallada (podemos imaginar una noche medianamente iluminada). Quería ver la entidad de los destrozos, su extensión y gravedad, y hacerse una idea sobre la posibilidad de restaurar lo que quedaba. ¿Recordaría el autor en su visita de inspección los versos del salmo 48,13? La impresión que saca no es pesimista: queda todo el trazado, lienzos en pie, al menos hasta cierta altura, la reconstrucción es posible. La palabra hebrea significa "con brechas". Es el término preferido por Nehemías, el escogido para la visita de inspección.
2,16 Emplea el silencio para mejorar su posición. Las autoridades hasta el momento no sentían la necesidad de reconstruir la muralla o consideraban impracticable la empresa. Nehemías podía presentarse con más ánimo y con mejor información a un diálogo con ellos. Todavía, al parecer, no tenía cargo oficial y había de jugar otras cartas; en todo caso, le interesaba la convicción y el entusiasmo más que una sumisión pasiva. "Los encargados" puede ser prolepsis: los que tenían que realizar la obra.
2,17 Hacía falta una palabra venida de fuera para que los habitantes, ya acostumbrados, cayesen en la cuenta de la situación. Para ellos, Jerusalén resultaba habitable, la muralla no era necesaria (lo había dicho Zacarías), y las relaciones con otros pueblos no eran demasiado tensas (veremos que los jefes estaban bien emparentados con extranjeros influyentes). Tocó a Nehemías trazar un diagnóstico: el que venía de la gran capital persa, y quizá había visitado la magnífica Persépolis de Darío y Jerjes, el que llevaba en su mente las visiones idealizadas de salmos y de Is 54,11-12.
2,18 La doble referencia intenta infundir ánimos; Nehemías se presenta respaldado por el emperador en persona y con cartas de recomendación; implícitamente, la alusión podía contener una amenaza a los que se opusieron a la voluntad real. Leemos primero un resumen de los sucesos, antes de la narración detallada. Is 54,11s.
2,19 Son las burlas de quien canta victoria o cuenta con ella: Sal 59,9; 80,7; Prov 1,26. Además, la acusación es gravísima: bastantes rebeliones habían sucedido en tiempos de Artajerjes, y la de Megabizo era bien reciente. La frase podía también ser dicha con ironía: ¿se iban a rebelar esos cuatro gatos?
2,20 La exclusión es tajante: ni arraigo en una parcela de tierra, ni derechos civiles en la comunidad judía, ni nada que recuerde su nombre en la ciudad santa. Son extranjeros excluidos de los privilegios judíos, son enemigos que no podrán incorporarse. Lo que promete Is 56,5 a los eunucos no es para ellos. La muralla, construida con el apoyo de Dios, será el signo de la exclusión.
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