domingo, 6 de diciembre de 2020

NEHEMÍAS. CAPÍTULO IX

 Ceremonia de expiación (Lv 16)

91El día veinticuatro de este mismo mes se reunieron los israelitas para ayunar, cubiertos de saco y polvo. 2La raza de Israel se separó de todos los extranjeros, y puestos en pie confesaron sus pecados y las culpas de sus padres. 3Permanecieron en sus puestos una cuarta parte del día, mientras se leía el libro de la Ley del Señor, su Dios, y otra cuarta parte la pasaron confesando y rindiendo homenaje al Señor, su Dios.

4Josué, Baní, Cadmiel, Sebanías, Buní, Serebías, Baní y Quemaní subieron a la tribuna de los levitas e invocaron en alta voz al Señor, su Dios. 5Y los levitas Josué, Cadmiel, baní, Jasabnías, Serebías, Hodiyas, Sebanías y Petajías dijeron:

-Levantaos, bendecid al Señor, vuestro Dios, desde siempre y por siempre; bendecid su Nombre glorioso, que supera toda bendición y alabanza.

6Y Esdras rezó:

<<Tú, Señor, eres el único Dios. 

Tú hiciste los cielos,

lo más alto de los cielos

y todos sus ejércitos;

la tierra y cuantos la habitan,

los mares y cuanto contienen.

A todos les das vida,

y los ejércitos celestes

te rinden homenaje.

7Tú, Señor, eres el Dios

que elegiste a Abrán,

lo sacaste de Ur de los caldeosç

y le pusiste por nombre

Abrahán.

8Viste que su corazón te era fiel

e hiciste con él un pacto

para darle la tierra

de los cananeos,

hititas, amorreos, fereceos,

jebuseos y guirgaseos,

a él y a su descendencia.

Y cumpliste la palabra

porque eres leal.

9Viste luego la aflicción

de nuestros pares en Egipto,

escuchaste sus clamores

junto al Mar Rojo.

10Realizaste signos y prodigios

contra el Faraón,

contra sus ministros

y toda la gente del país

-pues sabías que eran altivos con ellos-

y te creaste una fama

que perdura hasta hoy.

11Hendiste ante ellos el mar,

y cruzaron el mar a pie enjuto.

Arrojaste al abismo

a sus perseguidores,

como una piedra

en aguas turbulentas.

12Con columna de nube

los guiaste de día,

con columna de fuego de noche,

para iluminarles el camino

que debían recorrer.

13Bajaste al monte Sinaí,

hablaste con ellos desde el cielo.

Les diste normas justas,

leyes válidas,

mandatos y preceptos excelentes.

14Les diste a conocer

tu santo sábado,

les diste preceptos,

mandatos y leyes

por medio de tu siervo Moisés.

15Les enviaste pan desde el cielo

cuando tenían hambre,

hiciste brotar agua de la roa

cuando tenían sed.

Y les ordenaste t

tomar posesión de la tierra que,

mano en alto,

habías jurado darles.

16Pero ellos, nuestros padres,

se mostraron altivos;

poniéndose tercos

desoyeron tus mandatos.

17No quisieron oír

ni recordar los prodigios

que hiciste en su favor.

Tercamente se empeñaron

en volver

a la esclavitud de Egipto.

Pero tú, Dios del perdón,

clemente y compasivo,

paciente y misericordioso,

no los abandonaste,

18ni siquiera cuando hicieron

un becerro fundido

y proclamaron: "Este es tu dios,

que te sacó de Egipto",

cometiendo una ofensa terrible.

19Pero tú, por tu gran compasión,

no los abandonaste

en el desierto.

No se alejó de ellos

la columna de nube

que los guiaba

por el camino de día,

ni la columna de fuego

que de noche les iluminaba

el camino que debían recorrer.

20Les diste tu buen espíritu

para instruirlos,

no les quitaste

de la boca tu maná,

les diste agua

en los momentos de sed.

21Cuarenta años

los sustentaste en el desierto

y nada les faltó;

ni sus vestidos se gastaron

ni se hincharon sus pies.

22Les entregaste 

reinos y pueblos,

repartiste a cada uno su región.

Se apoderaron del país de Sijón,

rey de Jesbón,

de la tierra de Og, rey de Basán.

23Multiplicaste sus hijos

como las estrellas del cielo,

los introdujiste en la tierra

que habías prometido

a sus padres en posesión.

24Entraron los hijos

para ocuparla

y derrotaste ante ellos

a sus habitantes, los cananeos.

Los pusiste en sus manos,

igual que a los reyes

y a los pueblos del país,

para que dispusieran de ellos

a placer.

25Conquistaron fortalezas

y una tierra fértil;

poseyeron casas

rebosantes de riquezas,

pozos excavados,

viñas y olivares,

y abundantes árboles frutales;

comieron hasta hartarse

y engordaron

y disfrutaron

de tus dones generosos.

26Pero, indóciles,

se rebelaron contra ti,

se echaron tu Ley a las espaldas

y asesinaron a tus profetas,

que los amonestaban

a volver a ti,

cometiendo gravísimas ofensas.

27Los entregaste

en manos de sus enemigos,

que los oprimieron.

Pero en su angustia

clamaron a ti,

y tú los escuchaste

desde el cielo;

y por tu gran compasión

les enviaste salvadores

que los salvaron

de sus enemigos.

28Pero al sentirse tranquilos

hacían otra vez lo que repruebas;

los abandonabas

en manos de sus enemigos,

que los oprimían:

clamaban de nuevo a ti,

y tú los escuchabas

desde el cielo,

librándolos muchas veces

por tu gran compasión.

29Los amonestaste

para reducirlos a tu Ley,

pero ellos, altivos,

no obedecieron tus preceptos

y pecaron contra tus normas,

que dan la vida

al hombre si las cumple.

Volvieron la espalda

con rebeldía;

tercamente,

no quisieron escuchar.

30Fuiste paciente con ellos

durante muchos años,

tu espíritu los amonestó

por tus profetas,

pero no prestaron atención

y  los entregaste

en manos de pueblos paganos.

31Mas por tu gran compasión

no los aniquilaste

ni abandonaste,

porque eres un Dios

clemente y compasivo.

32Ahora, Dios nuestro,

Dios grande, valiente y terrible,

fiel a la alianza y leal,

no menosprecies las aflicciones

que les han sobrevenido

a nuestros reyes,

a nuestros príncipes,

sacerdotes y profetas,

a nuestros padres

y a todo su pueblo

desde el tiempo

de los reyes asirios hasta hoy.

33Eres inocente

en todo lo que nos ha ocurrido,

porque tú obraste con lealtad,

y nosotros somos culpables.

34Ciertamente, nuestros reyes,

príncipes, sacerdotes y padres

no cumplieron tu Ley

ni prestaron atención 

a los preceptos y avisos

con que los amonestabas.

35Durante su reinado,

a pesar de los grandes bienes

que les concediste

y de la tierra espaciosa y fértil

que les entregaste,

no te sirvieron ni se convirtieron

de sus malas acciones.

36Por eso estamos ahora

esclavizados,

esclavos en la tierra

que diste a nuestros padres

para que comiesen

sus frutos excelentes.

37Y sus abundantes productos

son para los reyes

a los que nos sometiste

por nuestros pecados,

y que ejercen su dominio

a su arbitrio

sobre nuestras personas

y ganados.

Somos unos desgraciados>>.

Explicación.

9 La fecha no corresponde al día de la expiación, que se celebraba el diez del mes séptimo (mediados de septiembre o comienzos de octubre). Pero los ritos penitenciales bien podían ser parte de la ceremonia -aunque el Levítico se haya fijado exclusivamente en el rito sacrificial, mencionando el ayuno-. Si en la ceremonia se pronunciaba una confesión de pecados, ésta podía parecerse a la que aquí leemos. En la forma presente, como hemos visto a propósito de Esd 9, parece creación posexílica. Los elementos de la oración son sustancialmente los mismos, y se alarga la serie histórica. El pecado es la mala respuesta a una cadena de beneficios. La confesión es la respuesta a la lectura del libro de la Ley. Así vemos que dicha lectura puede asumir dos aspectos diversos.

9,2 "Se separó": es el mismo verbo que leíamos en Esd 6,21; 9,1; 10,11, y retornará en Neh 10,29; 13,3. Se trata de la segregación religiosa con todas las consecuencias que induzca la interpretación de los responsables.

9,3 La confesión se hace de pie y al final se hace la postración de homenaje.

9,5 En el salmo 106, que es penitencial, también se lee una alabanza al comienzo y una bendición al final.

9,6 La súplica de Esdras parece tener carácter conclusivo, recapitulando todo.

9,6-37 La oración se inspira en la historia de Israel y concretamente en pasajes de diversas tradiciones, incluso con citas verbales. Sería lento recorrer menudamente todas las dependencias; será más útil considerar cómo se construye la súplica.

Es central el tema de la tierra, que aparece en tres puntos y unifica dinámicamente las zonas intermedias. Después de la creación, al principio de la historia, Dios promete la tierra de Abrán. En un segundo momento la tierra ha de ser entregada: hacia tal hecho gravitan la salida de Egipto y el camino por el desierto, en el hecho se cumple la promesa. El tercer momento es el presente: los judíos viven en la tierra prometida y entregada, pero en calidad de vasallos; si no falla la promesa, su valor queda comprometido.

Para cumplir su promesa Dios ha tenido que superar obstáculos. Fuera los egipcios y cananeos, dentro la resistencia del pueblo; a pesar de esa resistencia del pueblo al favor de Dios, él cumple su promesa. En el desierto y en la tierra Dios envía a su pueblo su palabra en forma de Ley, "que da vida al que la cumple", y en forma de profecía, que exhorta a la conversión. Y a pesar de las dos palabras, el pueblo repite la rebeldía.

Así se oponen una fidelidad de Dios, a pesar de la resistencia, y una rebeldía del pueblo, a pesar de los favores. En el pleito, Dios tiene razón, es inocente, el pueblo no tiene razón, es culpable. Sólo cabe la humilde confesión. Pero Dios, además de ser fiel y justo, es clemente y compasivo. Gracias a ello siente piedad cuando el pueblo sufre, aunque lo tenga merecido; y está dispuesto a perdonar cuando el pueblo se arrepiente. Así, el orante puede presentar el propio sufrimiento apelando a la compasión y el propio arrepentimiento apelando a la clemencia.

También se opone la deslealtad del pueblo a dos actitudes ejemplares: el homenaje celeste de los astros, la lealtad de Abrahán.

La construcción por contrastes se expresa o se articula varias veces por palabras repetidas: dar, escuchar, servir, pronombres correlativos.

9,6 La creación está vista en tres planos verticales; los astros son las criaturas animadas del cielo, los habitantes que sirven a Dios. En otros términos: sus "ejércitos".

9,8 Abrahán era fiel, se fiaba de Dios y era de fiar; por eso puedo recibir el pacto. Dios es justo cumpliendo su palabra, sus compromisos. Lo que sigue muestra cómo los cumple, acreditando su justicia o su honradez.

9,9 Ex 3.

9,10 Ex 6-11.

9,11 Ex 14-15.

9,12 Ex 16.

9,13 Véase Sal 19,8-10.

9,14 El sábado era el signo de la alianza sinaítica, como la circuncisión lo era de la alianza con Abrahán y el arco iris de la alianza con Noé. El sábado gana importancia después del destierro (véase, por ejemplo, Is 56).

9,15 Ex 16.

9,16 "Altivos": repiten la misma actitud reprobable de los egipcios (v.16).

9,17 Nm 14.

9,18 Ex 32.

9,20 El "buen espíritu" actuaba por medio de Moisés, como primero de los profetas (Is 63,10-11).

9,21 Dt 8.

9,22 Nm 21.

9,23 Jos 3-4

9,24 Jos 6; 8; 10.

9,25 Dt 8.

9,26-28 El ciclo de los Jueces: se repite la "ofensa" (v.18) y el clamor (9).

9,27 Jue 3; 6.

9,29-31 La etapa de los reyes. El destierro no está enunciado, el castigo suena lo mismo que el de la etapa precedente (27). En rigor, las expresiones se podrían usar antes del destierro.

9,32 Los títulos divinos definen al señor de la historia. En la enumeración, "los padres" parecen ser los jefes del clan. El "tiempo de los asirios" inaugura la era de las deportaciones en masa de población y la pérdida de la independencia política.

9,33 Este verso resume la situación bilateral de Dios con el pueblo en clave penitencial: inocente / culpable.

9,34 No se trata de descargar la propia responsabilidad echando la culpa de todo a las autoridades, sino de una confesión solidaria en la que todos son culpables. Las amonestaciones corresponden a la palabra profética, y así tenemos por cuarta vez Ley y profetas.

9,35 La misma bina toma ahora la forma de servir cumpliendo la Ley y convertirse siguiendo la palabra profética; como fórmula el v. 29. La profecía está en función de la esperanza y no en función de la esperanza mesiánica.

9,36-37 Estos versos expresan el reverso de la situación de vasallaje. Aunque aceptada por muchos, empezando por Nehemías, no se considera un ideal. Es la situación de Egipto o la defendida por Jeremías respecto a Nabucodonosor (Jr 27,1-11); tiene carácter provisorio, los judíos pueden resignarse a ella, pero no amarla o mirarla con indiferencia. En la palabra última suena la desgracia, el aprieto, el peligro.

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